Denunciar un genocidio no es antisemitismo

 

Este fin de semana, en el marco de la multitudinaria manifestación en solidaridad con Palestina que recorrió las calles de Barcelona, un grupo de activistas realizaron una acción en el hotel Cortés, propiedad de Haim Stuff, una de las mayores fortunas de Israel. ¿Cuál ha sido la respuesta de la denominada comunidad judía de Barcelona? Acusar a quienes realizaron la acción de antisemitas. Incluso, estirando un poco más la fantasía manipuladora, su portavoz dijo que recordaba a las acciones de los nazis en la noche de los cristales rotos. Pero esta barbaridad no es una excepción. La semana pasada, la embajadora del Estado de  Israel en España, Rodica Radian-Gordon, acusaba a miembros del gobierno de antisemitismo por criticar la masacre que está ocurriendo en Gaza. También ha denunciado la acción llevada a cabo en el hotel de Barcelona como un acto antisemita.

Esto no es algo nuevo. Para defenderse de cualquier acusación de vulneración de los Derechos Humanos el sionismo ha jugado siempre la carta del antisemitismo, tratando de victimizarse y confundir conceptos.  Pero señalar el carácter criminal de la ocupación israelí nada tiene que ver con atacar al pueblo hebreo. Al contrario, cada vez más personas de origen judío están alzando su voz contra el genocidio del pueblo palestino. Una religión o una cultura no debería tener nada que ver con el exterminio de un pueblo, y eso es lo que señalan miles de hebreos, dentro y fuera de las fronteras de Israel. 

Ante el genocidio perpetrado por el estado israelí no caben medias tintas ni ambigüedades. No existe ninguna excusa para no condenar los horribles crímenes que lleva décadas perpetrando Israel. Al contrario, quienes siguen defendiendo el Estado del apartheid se están viendo retratados. Desde Junts y Ciudadanos presentando mociones de apoyo en el Parlament, la abstención de ERC en la resolución del Parlamento Europeo que avala el “derecho a la defensa” de Israel o la actitud del partido verde, connivente con el terrorismo sionista. Del mismo modo el alcalde Collboni (PSC) debe revertir de forma inmediata el hermanamiento con Tel Aviv que había cancelado el anterior gobierno de Ada Colau.

75 años después de la Nakba, tras todas las atrocidades imaginables, la incesante construcción de asentamientos ilegales de colonos en territorio palestino y el genocidio en Gaza que estamos viviendo en directo, los pueblos están hablando en las calles para decir basta. 

En cambio, quien hoy alza su voz con más fuerza en defensa de los intereses de Israel es precisamente la extrema derecha, quién precisamente sí tiene un pasado antisemita, desde la paranoia judeomasónica del franquismo hasta el nazi-fascismo, cuna de las organizaciones neofascistas que pululan hoy por toda Europa. 

Cualquier persona que se considere demócrata o tenga un mínimo de humanidad no puede ceder ante los chantajes y los burdos intentos de manipulación. Frente a la masacre al pueblo palestino debemos exigir a nuestros gobiernos no ya solo que dejen de vender armas a Israel (España ha vendido armamento por 139 millones de euros desde el año 2000) si no que cesen cualquier colaboración con el Estado israelí, tal y como exige la campaña internacional de boicot, desinversión y sanciones (BDS), y mostrar nuestra solidaridad con la legítima lucha del pueblo palestino. 

Xavi García Fernández

 

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