Por Juanma Martínez
La elección del título de este artículo es intencionada, ya que en la batalla por la ideología dominante en la sociedad y por la hegemonía, lo que algunos llaman sentido común y batalla de las ideas, se está haciendo hueco un nuevo concepto que a la derecha política le resulta muy cómodo porque se puede mover muy bien en ese campo: la seguridad.
No es ningún secreto que la izquierda ha renunciado en las últimas décadas a entender que el ejército, la policía o cualquier cuerpo represor que provenga del Estado pueda llegar a tener una función social positiva. También ha renunciado a entender que la construcción de una sociedad alternativa al capitalismo requiere paz y seguridad para ser apoyada y defendida por amplias capas del pueblo. Requiere paz y seguridad en un sentido antibelicista y en el sentido de poder planificar tu vida a largo plazo o no tener sobresaltos económicos (como por ejemplo encadenar trabajos temporales y no saber si dentro de un año cobrarás lo mismo y trabajarás en el mismo sitio); es decir, de tener el derecho a cumplir tus metas vitales. Lo que en otro tiempo significaba que las necesidades materiales vitales estuvieran totalmente cubiertas y garantizadas. Defender los intereses de la clase trabajadora primeramente significa saber qué es lo que quiere la clase trabajadora, y uno de los mayores deseos sociales de cualquier trabajador/a es tener un buen trabajo que dure muchos años.
Un reciente estudio que se ha hecho mediático1 enlaza como causa y efecto el descenso generalizado del poder adquisitivo de la sociedad con la bajada brutal de la tasa de natalidad. Este estudio señala uno de los efectos más inmediatos de empobrecer a la clase trabajadora de un país (la mayoría social) culturalmente desarrollado. No se tienen hijos porque no hay dinero para criar y mantenerlos. Cuando defendemos un trabajo digno defendemos cobrar lo suficiente para que quien quiera tener hijos no se vea obligado a no tenerlos por motivos económicos.
El ejemplo de natalidad es solo una consecuencia concreta del actual capitalismo y del proceso de concentración de la riqueza en menos manos. Este sistema económico coarta derechos que cualquier comunista debería defender como derechos básicos. Y el más importante de esos derechos es el de tener derecho a planificar tu vida a largo plazo, a desarrollarte vital y culturalmente, a tener estabilidad en tu día a día.
Lo más importante es entender la relación que el derecho a planificar tu vida tiene con el concepto de seguridad. Sin la seguridad de tener un trabajo estable y digno no puedes ni plantear tu vida más allá de lo que dure tu contrato temporal, sean semanas o meses. ¿Cómo independizarte de los padres si no sabes si podrás pagar un alquiler? ¿Cómo tener un hijo si no sabes si en el futuro podrás mantenerlo? ¿Cómo planificar unas vacaciones o un viaje si no sabes si tendrás dinero para ello? No conozco a nadie que voluntariamente se lance al precipicio sin tener asegurado un colchón económico o un trabajo estable, porque es de sentido común. Por ello, la izquierda debería defender la seguridad como principal campo de batalla a día de hoy.
Una vez aclarado que el derecho a tener seguridad a largo plazo para desarrollar tus metas vitales es el tronco común, expondré cuáles son los principales derechos que emanan de aquí. Principalmente el derecho al acceso a la vivienda y el derecho al trabajo digno.
Derecho al acceso a la vivienda. La mayoría de la juventud, y no tan juventud, quiere independizarse de los padres llegados a una edad. Vuelve a ser de sentido común, e incluso muchas veces socialmente se ve como una carga si el hijo no se va. Sin embargo, el salario mínimo se sitúa en 900 euros brutos (840 euros netos, lo que deja la triste cifra de 5,6 euros la hora netos), y con ese sueldo es casi imposible plantearse acceder a una vivienda de alquiler. ¡Ya ni hablemos de opción a compra! Un círculo vicioso que implica o aumentar salarios o regular el precio del alquiler para hacer accesible la vivienda para solucionar esta injusticia social.
Derecho al trabajo digno. Aquí podemos dividir en dos bloques la juventud que se enfrenta a su primer trabajo y la gente joven que lleva años trabajando. Respecto a los y las jóvenes que tienen que acceder al mundo laboral, se debe garantizar que no sean víctimas del aprovechamiento del empresario. Al igual que ocurre con las prácticas no remuneradas o mal pagadas de la FP o la universidad, en tu primer trabajo se te paga poco, mal, tarde o hay mil irregularidades que, por desconocimiento, se dejan pasar, se toleran o se aguantan.
Pero reivindicar este concepto va mucho más allá de lo expuesto. Sirve para vehicular demandas feministas, ecologistas e incluso vecinales, dándole la vuelta a algunos argumentos de la derecha. Como siempre he dicho: El contacto con la realidad concreta es el mejor libro clásico marxista.
1 https://www.ine.es/prensa/mnp_2018_p.pdf