Por Ricard A. J.E.
Una vez pasado el intenso ciclo electoral tras las elecciones generales, autonómicas, europeas y municipales es pertinente que la izquierda, el movimiento obrero y popular reflexione y saque lecciones para el futuro.
Es cierto en las elecciones generales fue derrotado el pacto de las derechas y la extrema derecha, aunque persiste el peligro de un gobierno de derechas (PSOE + C’s), y que es mayoritaria la suma de las izquierdas (por la percepción popular, no por lo que dicen ser algunos partidos).
Se constata un retroceso sustancial de la izquierda en votos y representantes, con diferentes magnitudes y por diferentes razones: En el Grupo parlamentario de Unidas Podemos- Catalunya en Comú, en el Senado y Parlamentos autonómicos, muchas “ciudades del cambio” se han perdido o las confluencias han estallado o han salido debilitadas.
Salvo Cádiz, Zamora, Rivas y más municipios, se aguanta por tener candidatos mediáticos, por un trabajo de base y por arraigo en el pueblo. Se debilita la izquierda real y vuelve con fuerza el bipartidismo del IBEX 35 de la mano del PSOE y el «efecto Sánchez». Con la actual correlación de fuerzas es previsible que se agraven en el tiempo los sufrimientos del pueblo trabajador.
¿Cuáles son las causas del retroceso de la izquierda?
En este contexto unas preguntas son pertinentes, ¿La clase obrera y los pueblos reconocen a la izquierda actual como una alternativa útil para defender sus intereses? ¿Cuáles son las causas para haber llegado a esta situación? ¿Es el fin de la corriente de la “nueva política” centrada en lo emocional, lo mediático y la batalla electoral-institucional? No podemos caer en la frustración, culpando al pueblo por lo que ha votado, ni ser complacientes con nosotros mismos, hay que analizar las causas, hacer autocrítica y rectificar donde sea necesario.
El fenómeno ha sido de carácter general, no solo local (aunque se ha acentuado más en unos sitios que en otros). Los resultados de las elecciones municipales, y en menor medida las autonómicas, son un barómetro más preciso para ver el estado y la implantación de las diferentes opciones políticas, en definitiva, su músculo organizativo y entorno social real. Es cierto que, en general, el espacio de Unidas Podemos ha sido desconcertante y ha tenido peores resultados, así como donde IU era más fuerte (se fuera en confluencia o no), se ha aguantado mejor debido a su mayor organización e implantación tradicional.
Hay múltiples causas del varapalo de la izquierda en este ciclo electoral: hegemonía burguesa en lo cultural y lo social, seguidsimo y blanqueamiento del social-liberalismo ante el auge de la reacción y la extrema-derecha, desconcierto frente a la cuestión nacional y ambiguedad ante el «procés», hastío con los inacabables procesos electorales, institucionalismo, electoralismo, espectacularización de la política, culto a las redes sociales y los medios, caudillismo (Errejón, Carmena, Llamazares, Nuet…), desconcierto ante las candidaturas diferentes y enfrentadas del mismo espacio político, peleas intestinas por el poder, desmovilización social, falta de organización, perspectiva de clase y trabajo de masas, etc.
Un síntoma que ha dejado al desnudo los límites de Unidas Podemos – Catalunya En Comú ha sido la confusión entre la Unidad Popular con un pacto electoral cupular. Las candidaturas para las elecciones generales y europeas no han tenido demasiados problemas al configurarse, en cambio, a medida que se bajaba el nivel en las listas autonómicas y sobretodo las municipales, se han desgarrado en confrontaciones que han debilitado al espacio político y desconcertado al electorado de izquierdas.
Es la manifestación de que la auténtica Unidad Popular no se puede decretar desde arriba. La clave para el futuro de la izquierda, y no exclusivamente de sus expresiones electorales, está en que la unidad real se establece en la base y en la lucha, organizando a la clase obrera y los sectores progresistas en los centros de trabajo y con los sindicatos, en los centros de estudio y en los barrios obreros y populares.
El peligro de persistir en la institucionalización
Una de las tareas políticas inmediatas de la izquierda es cerrar la puerta a que el PSOE quiera acercarse a C’s, presionando a Pedro Sánchez a que se comprometa con un programa social de izquierdas, feminista, ecologistas, democrático y comprometido con la paz, la no injerencia y el respeto al derecho internacional. Condicionar por la izquierda a Pedro Sánchez sería una importante victoria parcial de Unidas Podemos ante los sectores populares y una derrota temporal de las posiciones más oligárquicas.
La propuesta que se plantea desde la izquierda se centra en formar un Gobierno central en coalición con el PSOE, incluso antes de hablar del programa político. En un contexto de ofensiva reaccionaria de imperialismo, a través del neoliberalismo y la reacción, de debilidad del campo popular, desmovilización social y falta de organización de la izquierda y la clase trabajadora, e incluso cuando asoman síntomas de un ciclo económico negativo, insistir en la formación de un gobierno de coalición sin saber cuál será su programa político, puede ser un error que lleve a una nueva frustración en el tiempo a la izquierda transformadora.
El aparato del PSOE, que no muchos de sus votantes y militantes, es partidario del neoliberalismo, la OTAN, la UE, el IBEX-35 y la monarquía. Siempre que ha estado en el Gobierno a acabado aplicando las nefastas recetas del FMI, del BM y la troika (recortes sociales y laborales, privatizaciones, etc) y ha participado en las guerras de rapiña e intervenciones de la OTAN (Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Venezuela, etc).
El social-liberalismo del PSOE mantiene cierto perfil de izquierdas, utilizando simbólicamente la tradición histórica socialista para mantener su electorado. Es cierto que tienen diferencias políticas e ideológicas con la derecha clásica, en algunos aspectos sociales y democráticos, ahí es donde se puede llegar a acuerdos de carácter progresista (feminismo, diversidad sexual, cuestión territorial, memoria histórica, asistencialismo social, etc).
Entrar en un gobierno significa asumir su proyecto en conjunto. No hay que hacerse falsas expectativas ni ilusiones puesto que los precedentes históricos son demoledores. Los gobiernos «progresistas» de coalición con la socialdemocracia ya se probaron en Francia e Italia, o en España en la Junta de Andalucía y el “tripartit” en la Generalitat de Catalunya, y fueron un desastre para la izquierda, que ha quedado debilitada y con la derecha y la extrema derecha en auge entre los sectores populares, sumidos en la precariedad y la desesperación.
¿”Vía Portuguesa” o Gobierno de Coalición?
En este contexto la «vía portuguesa» es la más viable para atar al PSOE, a través de un acuerdo de investidura con un programa de mínimos calendarizado y de carácter progresista (derogación reformas laborales y Ley Mordaza, blindaje de pensiones, ley de igualdad, violencia de género y memoria histórica, diálogo y solución política para Catalunya, etc). Luego desde el Parlamento y con la movilización social, velar por el cumplimiento de ese programa y fiscalizar al PSOE para que no vire a la derecha. Donde haya acuerdo se apoya a Sánchez y donde no, se hace oposición de izquierdas.
El programa que se le pueda arrancar al PSOE será limitado y en el tiempo defraudará las expectativas populares. Es importante condicionar la política social y económica de un gobierno socialista, pero no dejar a la clase obrera y los pueblos con una izquierda restringida a las instituciones burguesas y que no pueda hacer una oposición que vele por sus intereses. Sino, ese terreno quedará en manos de la derecha y la extrema derecha que manipularan el descontento social a través del odio y el racismo para asaltar el poder de nuevo.
Organizar el conflicto social
Persistir en destacar cuadros y dirigentes de las organizaciones políticas, sociales y sindicales a lo institucional-electoral es debilitar aun más nuestras bases sociales. La izquierda no puede correr el riesgo de desarraigarse de los barrios, los centros de trabajo y de estudio. Una de las formas más importantes que utiliza la oligarquía para mantener el control social, es integrar en sus instituciones a la izquierda cooptando a sus organizaciones y cuadros políticos. Es estratégico revertir esta tendencia volviendo a centrar nuestro trabajo político en organizar el conflicto social, con la clase obrera, los sindicatos y las organizaciones populares.
Es el momento de cambiar el ciclo político y pasar a la ofensiva para derogar las reformas laborales, por la negociación colectiva, mejorar y recuperar los salarios y las condiciones de trabajo, que avanzarán acumulando fuerzas, con la movilización, reforzando las organizaciones y el sindicalismo de clase, a los centros de trabajo, en solidaridad con las huelgas y movilizaciones obreras. Queda mucho por hacer y todavía hay base para reconstruir el fundamental proyecto de izquierda de clase, federalista, feminista, solidario, internacionalista y republicano, más necesario que nunca.
Me parece correcto el planteamiento en general, pero para ello deberíamos corregir algunas de las cosas que se acordaron en pasados Congresos, cómo por ejemplo, recuperar el Centralismo Democrático a todos los niveles, reorganizar e intervenir en el Sindicato, hacer campañas de afiliación al PSUC y PCE, y en caso de tener éxito en la afiliación, también a nivel de IU-EUiA, etc.
Salud y III República.