Capitalismo y vivienda en España (I): Del franquismo a la primera burbuja inmobiliaria

Por Josep Maria C.

La explosión de la burbuja inmobiliaria de 2008 y la posterior gran recesión revelaron hasta qué punto la vivienda se había convertido en la “industria nacional”. Una industria que en su máximo apogeo (1996-2007) dejó más de 4,5 millones de viviendas construidas –más que Francia, Reino Unido, Italia y Alemania juntas1– y unas tasas de crecimiento económico por encima del 3 % que la convirtieron en el pilar central del modelo de acumulación capitalista español. No obstante, la crisis mostró la naturaleza especulativa de este desarrollo, arrastrando a la economía española a una de sus peores recesiones económicas, que tendría como consecuencia el recorte de derechos civiles y laborales (la Ley Mordaza y la Reforma Laboral), además del desahucio de 500.000 hogares. Pero para comprender cómo el mercado de la vivienda se ha constituido en un mercado especulativo, objeto de rapiña por parte de las clases capitalistas españolas –que da la espalda a las necesidades sociales de la población– hace falta entender la solidificación de ciertas dinámicas económicas y la consolidación de ciertas políticas públicas. Con esta intención, este artículo es la primera parte de una serie de escritos que busca hilar el recorrido de la vivienda en el desarrollo reciente del capitalismo español.

Para empezar, debemos situarnos al final de la Guerra Civil Española. Después de la contienda, el parque de viviendas español era insuficiente para las necesidades de alojamiento de la población debido a la destrucción y a la paralización del sector de la construcción durante los años de la guerra2. Con la intención de suplir este déficit de viviendas y de reactivar el crecimiento (económico) del sector, el régimen franquista sentó las bases de lo que sería el modelo de vivienda en la actualidad. Primero, decidió incentivar el régimen de tenencia privada de la vivienda –es decir, la propiedad particular– por encima del régimen de alquiler3, que en aquel momento era mayoritario en la mayoría de las ciudades españolas; y, en segundo lugar, optó por el fomento de las subvenciones a la actividad constructora, las famosas “subvenciones a la piedra” otorgadas simplemente por la acción de construir4. De esta forma, se acabó institucionalizando un modelo de la vivienda en que está quedaría totalmente mercantilizada y subyugada al interés macroeconómico. Es decir, más que de un bien público destinado a cubrir las necesidades de la población, la vivienda fue utilizada para satisfacer los deseos de beneficios de los inversores inmobiliarios. Como consecuencia, al final de la dictadura franquista, la cantidad de viviendas construidas se disparó, pero las necesidades de alojamiento social permanecieron sin ser satisfechas debido a que gran parte de estas viviendas no eran accesibles para la población de clase trabajadora.

El cambio de régimen que produjo la Transición española no consiguió revertir esta dinámica. Por causas internas –la no ruptura del régimen franquista– y externas –la crisis del capitalismo occidental–, las promesas sociales en este ámbito y en muchos otros no fueron cumplidas a pesar de que el derecho a una vivienda digna y adecuada fuese recogido en la Constitución (artículo 47). Al contrario, la utilización del sector de la vivienda como motor macroeconómico, es decir, con el objetivo de generar crecimiento económico y mantener las tasas de ganancia capitalista, fue aumentando en importancia, especialmente a partir de la doble crisis del petróleo de 1970 y la crisis del sector industrial5.

La industria española adolecía desde hacía tiempo de una serie de dificultades –en especial la dependencia tecnológica extranjera y la falta de eficiencia– que la hacían poco viable debido a su falta de competitividad en el contexto de la crisis de sobreproducción industrial de los últimos años6. Esta falta de competitividad tenía como resultado que las inversiones en industria en nuestro país ya no fuesen rentables para la inversión capitalista. En este sentido, es crucial la victoria del PSOE en las elecciones de 1982. Este, incumpliendo su programa electoral7, dejó a un lado los planes de viabilidad de la industria española y optó por la reconversión sin reindustrialización del sector manufacturero español; es decir, reducir su tamaño, su inversión y su privatización. Así se cerró el camino del desarrollo económico a través de la industria.

Al no existir un sector manufacturero que hiciese posible transformar las inversiones en beneficios, los inversores capitalistas se fijaron en un sector con una importancia significativa, aunque secundaria, y que a partir de este momento empezó a cobrar un rol fundamental: el mercado de la vivienda. Sin embargo, a la desindustrialización del país debemos sumarle un segundo proceso que facilitó el viraje hacia las inversiones en el mercado inmobiliario: la liberalización del sector financiero. La entrada en la Comunidad Económica Europea (CEE) –apadrinada también por el PSOE– permitió la entrada de grandes cantidades de capitales europeos8 en la economía española para la inversión en el mercado inmobiliario o para la concesión de préstamos –que más tarde serían invertidos en vivienda– que generaron una espiral inflacionista y especulativa alrededor de la vivienda5. Ante este panorama, el ejecutivo del PSOE no solo no hizo nada para impedir el calentamiento del mercado inmobiliario, sino que lo incentivó a través de la política pública de vivienda4. La aprobación del Decreto Boyer, el fomento de los créditos hipotecarios y la deliberada liberalización del sector financiero son muestras de ello. La razón para hacerlo es la capacidad que tiene la vivienda para generar dinámicas económicas expansivas a través del efecto riqueza9.

Efecto riqueza

El efecto riqueza se trata de un fenómeno económico por el cual la demanda de bienes de consumo y servicios se dispara en base al endeudamiento de los hogares, pero no a un aumento de su capacidad adquisitiva. Para entendernos, la inversión, en especial la especulativa, en el mercado inmobiliario produce un aumento del valor de los activos inmobiliarios que genera una sensación de riqueza en los hogares. En España, un país donde la tasa de hogares propietarios de vivienda es muy alta, este efecto de abundancia se extiende a la mayoría de la población, lo que lo hace muy significativo. De esta forma, al aumentar los precios de los activos, los hogares son capaces de endeudarse en mayor proporción a través de préstamos, hipotecas… respaldados en el valor de sus viviendas. Este aumento del endeudamiento desemboca en un aumento de la inversión, especialmente en nuevas propiedades inmobiliarias, y en un aumento del consumo de bienes y servicios, generando una demanda que es capaz de movilizar hacia arriba economías enteras, y que produce un círculo especulativo que reinicia y expande el efecto.

Esquema del funcionamiento de la riqueza

aEl efecto riqueza es increíblemente útil durante épocas de estancamiento económico, ya que dispara el crecimiento económico, ofrece increíbles oportunidades de inversión especulativa para la clase capitalista, y además consigue la legitimización de la población trabajadora que se “siente” beneficiada –al ser la mayoría propietaria de vivienda–, mientras que la clase “media” se beneficia parcialmente. Todo esto mientras los salarios y los derechos laborales se mantienen congelados, con lo que acaba produciéndose una substitución de salarios por endeudamiento. Sin embargo, todo proceso especulativo llega a su fin. Finalmente, un shock externo del mercado –como una crisis económica internacional– hace estallar la burbuja y los beneficios construidos se deshacen, dejando unmar de deudas que la clase trabajadora acaba pagando a través de, por ejemplo, los rescates bancarios.

Como consecuencia de la incapacidad para generar beneficios empresariales a través del sector manufacturero, de la liberalización del sector financiero y de la aprobación unas políticas públicas encaminadas a la generación de efectos riqueza, surgió la conocida como primera burbuja inmobiliaria de 1986-1992. Una burbuja que, a pesar de ser cualitativa y cuantitativamente inferior a la que todos conocemos, dejó las que serían las primeras lecciones del desarrollo del capitalismo español de los últimos años.

(Este artículo es un resumen fragmentado del proyecto de investigación de final de grado “La industria nacional: la importancia de la vivienda en el Reino de España”, que se encuentra publicado en esta dirección: http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/169709)

Notas:

1. La política de vivienda en España en el contexto europeo. Deudas y Retos. Alonso, Raquel Rodriguez. 2009, Boletín CF+S, págs. 125-172.

2. El modelo inmobiliario español y sus consecuencias. Naredo, José Manuel. 2010, Coloquio sobre urbanismo, democracia y mercado: una experiencia española (1970-2010).

3. De aquellos barros, estos lodos. La política de vivienda en la España franquista y postfranquista. Betrán Abadía, Ramón. 2002, Acciones e Investigaciones Sociales, págs. 25-67.

4. Veinticinco años de política de vivienda en España (1976-2001): una visión panorámica. Carvajal, Alfonso Fermández. 2006, Información Comercial Española, págs. 145-161.

5. López, Isidro y Rodríguez, Emmanuel. Fin de Ciclo: Financiarización, territorio y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano [1959-2010]. Madrid: Traficantes de sueños, 2010.

6. Recio, Albert. Història, Política, societat i cultura dels Països Catalans: Crisi i reconversió econòmica. enciclopedia.cat. [En línea] 2008. https://www.enciclopedia.cat/ec-hp-1131401.xml?destination=node/583751.

7. PSOE. Programa Electoral Partido Socialista Obrero Español. Madrid: s.n., 1982.

8. The Political Economy of Spain. A brief story (1939-2014). Palomera, Jaime. 2015, ERC Greco Project.

9. Brenner, Robert. The Boom and the Bubble: The US in the world economy. Londres: Verso, 2002.

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