Por Juan Guil
Estos últimos dos meses hemos visto imágenes insólitas: brigadas cubanas dando asistencia sanitaria en 37 países del mundo, ayudando a combatir el coronavirus en Europa. Es algo impensable hace pocos meses. Ha tenido que llegar la pandemia que estamos viviendo para que por primera vez los principales medios de comunicación nos informen en positivo sobre Cuba. Y es que desde la revolución, los medios de comunicación no solo nunca informaron, sino que se dedicaron a sacar información falsa de la realidad de Cuba.
La solidaridad que Cuba ha extendido en el mundo, en países pobres donde lo han necesitado, no son acciones puntuales: la solidaridad es la esencia del internacionalismo de los pueblos. Estas acciones no son coyunturales ni temporales, sino que suponen una partida importante de los presupuestos del gobierno cubano destinada a la solidaridad, tanto al exterior como dentro de Cuba, con una universidad de Medicina que cada año forma a miles de médicos jóvenes de diferentes partes del mundo con todos los gastos cubiertos.
El presupuesto sanitario de Cuba es el más importante, para dar la máxima calidad de asistencia sanitaria a su población. En Cuba se tratan enfermedades graves a gente sin recursos, de países pobres sin asistencia sanitaria pública.
Cuba es un país pobre. Su gobierno desde hace años tiene acuerdos comerciales con Venezuela, China, Rusia y otros países, aunque con Venezuela tienen una mayor relación de cooperación desde que Hugo Chávez ganó las primeras elecciones generales y fue elegido presidente. Esas relaciones son de gran ayuda para vencer el boicot comercial de EE. UU. Antes de llegar Chávez al gobierno venezolano, la asistencia sanitaria era exclusivamente privada; hoy tiene una red de centros de atención primaria y de hospitales públicos que llega a toda la población con menos recursos. Eso ha sido posible gracias a un acuerdo con Cuba de intercambio de médicos y medicamentos por petróleo, lo cual palía en gran en medida el boicot de EE. UU.
La campaña contra Venezuela y su presidente Maduro, promovida y financiada desde EE. UU, ha embargado miles de millones de dólares del petróleo que recibe de Venezuela, ha promovido un de golpe de estado fallido, y ha sobornado a militares, como siempre ha hecho en América Latina. Si esta operación tuviera éxito, afectaría la estabilidad económica de Cuba, ya que la dejaría sin petróleo. Donald Trump, como presidente, tomó la primera decisión contra Cuba: cortar de raíz los avances en el diálogo de la época Obama, que anuló parte del embargo en vigor desde 1962, especialmente en relación a la separación de las familias que no pueden viajar a Cuba o a EE. UU. y los problemas económicos que eso genera. Las decisiones de este personaje persiguen derribar el gobierno venezolano y crear graves problemas en la economía de Cuba. Si hubiese prosperado el golpe de estado, la primera medida que tomaría el gobierno títere de EE .UU. sería anular el acuerdo de intercambio de médicos y medicinas por petróleo. Así, Cuba tendría que comprar petróleo a otros países en dólares, mientras que en Venezuela la inmensa mayoría de la población trabajadora quedaría sin asistencia sanitaria –que volvería a ser privada, solo para quienes tienen recursos.
Defiendo la Cuba socialista, no solo por afinidad ideológica, sino también por mis vivencias en encuentros y conversaciones durante las cinco visitas que he hecho a Cuba: tres como turista y dos en representación del Ayuntamiento de Sabadell cuando era concejal de cooperación. En esa época, entre 2003 y 2005, promoví un hermanamiento con el municipio de La Habana, Plaza de la Revolución, con más de 200.000 habitantes.
Cuba ha sido capaz de construir un sistema socialista a 150 kilómetros de EE. UU., que le impuso el boicot económico y subvencionó a cubanos para hacer oposición al gobierno. Con la llegada de Trump a la presidencia, han aumentado las sanciones económicas y la prohibición absoluta de viajar los familiares cubanos a la isla. Eso contraviene directamente los derechos humanos.