Por Carmen Azcárate
Es domingo por la mañana y estoy sentada en el autobús que me lleva a una reunión en casa de León, un compañero de Facultad. Ojeo el diario ABC hasta que encuentro la noticia temida, encuadrada en medio de la página de sucesos: “SENTENCIA CUMPLIDA. Ha sido cumplida, en la madrugada de ayer, la sentencia de pena capital dictada por la jurisdicción competente contra Julián Grimau García”. Ayer era sábado 20 de abril de 1963.
Cuando vivíamos en la casa de Versalles y mi madre estaba todavía en el sanatorio de Lesin, Julián vivió con nosotros una temporada. Compartió la habitación con mi padre. Creo que se reponía de una pulmonía. Tendría unos treinta y cinco años y entonces era soltero. Enjuto y de altura mediana, su aspecto era agradable; en su cara destacaban unos ojos grandes y oscuros, ensombrecidos por unas cejas negras muy pobladas; tenía una calva incipiente y el resto de la cara era armónico: la nariz recta, la boca bien dibujada, las orejas proporcionadas. Era un hombre serio, de hablar pausado, muy amable y atento conmigo, una chiquilla de nueve años que corría por allí y no le debía hacer mucho caso. Un día ya no estaba. Por nuestra casa solía venir gente diversa y yo me acostumbré a no preguntar. Hubiera caído en el olvido pero estaba destinado a recordarle y con el paso del tiempo su recuerdo se ha hecho entrañable.
Hace tiempo que quiero escribir sobre aquel huésped de mi infancia; tenía el propósito de revivir los días dramáticos de su detención, su tortura, el oscuro episodio de su supuesta caída por una ventana, las protestas y los movimientos de apoyo internacionales, la terrible sentencia y su ejecución. Quería recordar la sensación de impotencia que nos invadió a todos los universitarios comprometidos políticamente con el Partido Comunista en els que militábamos entonces; con el añadido desazonador de mi relación personal con él.
Se me ocurre consultar los archivos del ABC, con la esperanza de encontrar la noticia literal de la ejecución; ahora se encuentra todo en Internet. Empiezo por el 20 de abril, fecha de su ejecución, y cuál no es mi sorpresa al leer en la página 52 una nota bastante larga con título “Grimau, plenamente restablecido”. El artículo se dedicaba a replicar “la campaña internacional sobre Julián Grimau [que] pretendía que ha sido juzgado sin haberse restablecido de las heridas que se produjo a lanzarse a la calle desde un balcón de la Dirección General de Seguridad cuando prestaba declaración inmediatamente después de ser detenido”. Siguen unas largas explicaciones detallando los cuidados recibidos en el hospital y el buen estado de salud de Grimau. Acaba diciendo: “Su presentación ante el Tribunal que le ha juzgado, en audiencia pública, y sus contestaciones y alegatos al responder a las preguntas de los miembros del Tribunal, del fiscal y de su abogado defensor, demuestran su total restablecimiento y el pleno funcionamiento de todas sus facultades.”
¡Pero es que Grimau había sido ejecutado al amanecer de ese mismo día 20 de abril!
Es más: sigo buscando y en el mismo diario ABC, en la página 82 del día siguiente, 21 de abril, encuentro la noticia de la ejecución. Lo que me parece un espantoso disparate es que el día 20, cuando acaba de ser ejecutado, se da la noticia de su buen estado de salud; y el día 21 se publica una nota donde se dice que ha sido cumplida la sentencia de pena capital “en la madrugada de ayer”, o sea del día 20. ¡Qué demostración de cinismo e impunidad!
PD: Les dedico este corto y trágico episodio de nuestra Historia reciente a todos los que se quejan de falta de libertad en nuestra democracia actual, imperfecta sin duda, pero viva.