Por Juanma M.
En estos días postelectorales, lo tengo más claro. Frente al facha,libertad y justicia social. Estas deben ser las respuestas de una izquierda rupturista con el actual sistema. Una respuesta de discurso y de acción de base. Libertad y justicia social van de la mano, porque no puede haber una sociedad libre que no sea justa, y viceversa. Los capitalistas y sus ideólogos siempre nos han metido en la cabeza que las coordenadas políticas se mueven entre libertad y justicia, en idéntico movimiento con derecha e izquierda, y que ambos términos no pueden casarse en una misma ideología. O se defiende la libertad o se defiende la justicia social, cada opción con sus pros y sus contras, porque según ellos, la justicia social coarta la libertad y la libertad impide el necesario igualitarismo de la justicia social.
Sin embargo es una concepción errónea de la realidad material de la inmensa mayoría de la sociedad. ¿Qué es libertad? O mejor dicho, ¿qué es lo que te da la libertad? Una sociedad con igualdad de oportunidades y con igualdad de condiciones. Una sociedad donde todos y todas podamos desarrollar un proyecto de vida digno y tengamos los condicionamientos sociales necesarios para conseguirlo. Dicho de otro modo, la libertad te la otorga no tener miedo a ser aún más pobre. El miedo a perder el trabajo o la casa coartan la libertad de cualquiera porque nos obliga a ceder ante el sistema cuando la respuesta es individual.
No existe libertad sin justicia social. No existe libertad en una sociedad donde un tercio de la población está casi en la extrema pobreza o en la cual la mayoría de la juventud no cobra ni 1000 euros. Por eso, cuando la derecha o Vox dicen defender la libertad de todos los españoles me pregunto: ¿qué libertad? Defienden una idea de nación tan estrecha que la única libertad que te dejan es la de callar o alabar sus consignas nacionalistas. Es curioso que en España son los y las comunistas desde siempre los que han luchado por la democracia y la libertad.
La democracia no es solamente el derecho del pobre a quejarse de que tiene hambre, sino que también es el derecho a comer (como decía Lula da Silva), y es necesario que toda la izquierda entienda la democracia y la libertad en esos términos y se quiera construir un país digno bajo esas premisas ideológicas. La derecha ha comenzado su nueva fase de fascistización, es decir, de radicalización tanto de discurso como de acción, porque el electorado de derecha ya no vota copias azules o naranjas, sino que vota al verde original. Frente a eso, la izquierda no necesita radicalizar las ideas, sino que ha de hablar el mismo idioma de los sectores sociales que dice representar. Dejar de situar sus prioridades y situar las prioridades materiales de las familias trabajadoras españolas.
El comunismo siempre ha sido el motor por el que la izquierda se ha hecho de masas y ha llegado a la mayoría trabajadora de un país. Y no porque el comunismo sea una parte radical o extrema de todas las izquierdas, sino porque un Partido Comunista siempre ha buscado mediante la cultura y la movilización obrera la participación política de trabajadores que expresen con su acción política (o parlamentaria) las contradicciones de ser un trabajador en un sistema económico capitalista.
Creo sinceramente que hay que dejarse de tanto -ismo y de tanto adjetivo y seguir por el camino de que las propuestas laborales y económicas concretas conectan con votantes de UP, del PSOE, abstencionistas y gente que no tiene derecho a votar. Al fin y al cabo, lo más transversal en esta sociedad es la condición de asalariado. Si se quiere parar a la extrema derecha y solucionar los problemas de España, los presupuestos generales fallidos marcan el camino, no por moderados en sus propuestas, porque no iban a solucionar casi nada, sino por situar durante semanas el debate político en cómo se redistribuye la riqueza de la sociedad al estado y viceversa.
En estos términos entendía yo las clases hace sólo unos años, cuando desde el sindicato de CC OO se difundió la idea de que era difícil de cohesionar a la clase trabajadora, debido a que habían crecido el número de clases entre los asalariados.
En mi modesta opinión, ya hacía un tiempo que había llegado a la conclusión de que sólo existían dos clases: la que vive gracias al trabajo de sus asalariados y la que vive gracias a su salario, por alto que este salario sea.
Despejado este dilema, para mi entender, esencial, la ideología continúa muy clara. Comunismo o muerte.
Salud y III República.