Por Carlos R.
Cuando supe que el día de las elecciones andaluzas estaría por la tierra verde, blanca y verde me puse al día sobre la campaña electoral. Desde la lejanía veía la unidad de la izquierda andaluza, la precampaña que se estaba realizando por todo el territorio y la ilusión y energía que se estaba poniendo en el proyecto. Todo me indicaba que la campaña iba a ser un despegue de esperanza: por fin la izquierda alternativa iba a hacer sombra al susanismo. Así seguí pensando durante la campaña, viendo que los actos estaban repletos de gente, de esperanza y de ilusión.
Llego por fin a Andalucía, concretamente a Cádiz, camino a Chiclana de la Frontera, un día antes de las elecciones. La campaña es austera y no hay, como en otros lugares, las calles repletas de pancartas, carteles o pintadas; parece simplemente Navidad. Después del día de reflexión entramos en la jornada electoral; inicio este día con esperanza. Andalucía es el reflejo para el resto del estado, y las expectativas son altas. Durante la jornada la gente va votando; observando las papeletas que hay en los montones, las expectativas no coinciden con la realidad. Todo parece estar igualado, y las compañeras y compañeros comparten esa sensación. Llegamos al recuento y se cumplen los peores presagios que se habían ido formando durante la jornada: la extrema derecha se dispara y el gobierno de derechas es una posibilidad. Lo impensable para todos se hace realidad; creo que la realidad ha superado cualquier cálculo hecho hasta ese momento.
Comento con las compañeras y compañeros de Adelante Andalucía cómo ha ido la jornada. En barrios obreros, la extrema derecha ha subido como la espuma, y en localidades con alto porcentaje de inmigración ha llegado a ganar. El mensaje de la izquierda tal vez no ha calado o tan siquiera ha llegado. Por todo ello es necesario un proceso de reflexión y autocrítica. ¿Qué hemos hecho para que esto acabe sucediendo? No se buscan culpables, se buscan errores y soluciones. Quizá debemos pensar que los medios de comunicación no son nuestra mejor herramienta; quizá debemos volver al puerta a puerta, vecina a vecina, hablar de los problemas de la gente con la gente y no entre nosotros vía redes sociales.
A pesar de la jornada electoral, sigo esperanzado por varios motivos. En primer lugar, en clave social, han surgido movilizaciones por toda Andalucía contra el fascismo, con unidad contra el fantasma que vuelve a amenazar Europa. Por otro lado, mi esperanza reside en el hecho de que, tras el Ebro, tenemos a camaradas y compañeros de una altura política envidiable.
Quiero finalizar esta pequeña crónica con un agradecimiento especial a mis compañeros y compañeras de Izquierda Unida Chiclana, con los cuales he podido compartir la experiencia y los análisis de esta jornada y me he sentido como en casa. Me puedo ir tranquilo tras observar que en la otra punta del estado existe la resistencia, existe la izquierda organizada, están mis compañeras defendiendo la justicia social y la igualdad.
¡El fascismo no pasará, ni en Andalucía, ni en Catalunya, ni en España!
¡Trabajadores y trabajadoras del mundo, uníos!
Hace unos días Julio Anguita lo recordó en un acto celebrado en Extremadura, «hay que explicarlo mejor y muchas mas veces».
Salud y República.