República y socialismo

 

En el 92 aniversario de la II República no miramos con nostalgia el pasado. Aprendemos de él y reivindicamos el avance que supuso para la clase obrera y las capas populares el periodo breve republicano. Los y las comunistas luchamos por el Socialismo. La pregunta es, ¿la Tercera República nos aleja o nos acerca a este objetivo?

En primer lugar, debemos de aclarar que la República no es un estadio intermedio entre el capitalismo y el socialismo. Si nos atenemos a la forma de Estado está claro que estamos rodeados de repúblicas donde la barbarie capitalista es igual de intensa que en nuestro país. ¿Por qué entonces reivindicamos la República?

En nuestro país el bloque de poder se enmarca en lo que hemos denominado como el “Régimen del 78”. Este término engloba no solo el poder de la oligarquía económica si no los poderes institucionales que la cobijan y le dan una legitimidad ideológica. Forma parte de este régimen no solo el empresariado si no también los partidos que lo sustentan (siendo el PSOE uno de sus pilares), los medios de comunicación, el aparato estatal en su función burocrática y represiva y en último término la jefatura del Estado.

Las condiciones objetivas para construir el Socialismo en España están completamente maduras. No es necesario ninguna revolución democrático-burguesa que supere los vestigios feudales o que desarrolle las fuerzas productivas. Lo que falta, y no es poca cosa, es que la propuesta socialista sea hegemónica entre la clase trabajadora y el resto de capas aliadas. Esta hegemonía se construye de diversas maneras, pero parece claro que las inherentes contradicciones del capitalismo, que solo nos traen crisis y destrucción del planeta, junto con nuestra voluntad y deseo de acabar con este sistema no son suficientes. Y aquí es donde entra la apuesta por el proceso constituyente republicano que rompa con el régimen del 78. El bloque histórico que debe superar el actual régimen se tiene que ver representado también en el Parlamento, pero la experiencia histórica nos demuestra que la apuesta en exclusiva por la vía parlamentaria no es suficiente. Y en el hipotético caso que se den las condiciones para gobernar, si no hay una apuesta rupturista, y sobre todo un pueblo organizado detrás los deseos se quedan únicamente en eso, en ilusiones. Tenemos el ejemplo reciente del gobierno de Syriza como paradigma de esta impotencia, que lo único que provoca es frustración y desmovilización.

El proceso constituyente republicano no es una revolución socialista. Ojalá fuera todo más fácil y rápido, pero el radicalismo verbal y los atajos son propios del pensamiento pequeño burgués y del izquierdismo que ya señaló Lenin hace un siglo. Si los y las comunistas apostamos por este proceso constituyente es porque es la opción más cercana y viable para romper el tablero. Para conquistar derechos, generar contradicciones, movilizar y concienciar a amplias masas de la población. Por lo tanto en ningún momento se está proponiendo construir una especie de “capitalismo de rostro humano”, entelequia defendida por los reformistas. Por el contrario, recogemos la reflexión de Lenin que es pertinente en este debate: “La revolución socialista no es un acto único, ni una batalla en un frente aislado, sino toda una época de agudos conflictos de clases, una larga serie de batallas en todos los frentes, es decir, en todos los problemas de la economía y de la política, batallas que sólo pueden culminar con la expropiación de la burguesía. Sería por completo erróneo pensar que la lucha por la democracia pueda distraer al proletariado de la revolución socialista, o relegarla, posponerla, etc. Por el contrario, así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, así no puede prepararse para la victoria sobre la burguesía un proletariado que no libre una lucha revolucionaria general y consecuente por la democracia.«

La España de 2023 poco tiene que ver con la de los años 30. Hoy en día no se puede apelar a un Frente Popular como el que existió en el 36 pues sería un mecanicismo ingenuo. Ni falta decir que el papel del PSOE es diametralmente opuesto al que podía jugar en aquella época. Pero sí podemos aprender de errores pasados. Cuando el PCE de Bullejos ninguneó la llegada de la República solo consiguió aislarse de las masas. Fue en cambio con la política leninista del Partido liderado por José Diaz cuando el PCE comenzó a ganar influencia, con su apogeo en el papel de la guerra del 36. Con inteligencia y lectura del momento político se supo conjugar las necesidades de la época sin renunciar en ningún momento a la independencia organizativa e ideológica del proletariado. Aunando el afán unitario con la propaganda explícita por el Socialismo.

En otros países la cuestión de la República puede jugar un papel secundario. No es nuestro caso. Acabar con el régimen surgido de las cenizas del franquismo, romper con las estructuras imperialistas de la OTAN y la UE, garantizar el acceso a la vivienda, educación, sanidad, o avanzar en políticas feministas y contra la destrucción del medio ambiente no es (todavía) acabar con el régimen del capital y erigir el Socialismo. Pero nos situaría en una posición infinitamente más ventajosa que la situación actual. Existe una conexión dialéctica entre la III República que defendemos y la construcción del Socialismo en España. Una República que confronte con el poder de los monopolios y que sea fruto de la acción de las masas y la construcción de poder popular.  Hacia ese fin trabajamos.

 

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És ambientòleg i treballa com a professor a l'ensenyament secundari. Membre del Comité Central del PSUC viu i del CC del PCE. Ha estat Secretari General de la UJCE entre 2016 i 2019.

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